Pasan los años y parece que el flagelo de la pobreza tiende a ensañarse cada vez mas con las personas de sexo femenino, sobre cuyas espaldas recae el peso de las asimetrías sociales existentes especialmente en países del denominado tercer mundo, entre ellos el nuestro. Es decir que, sumados a los diferentes mecanismos de vulneración de derechos ya existentes que cotidianamente se materializan contra la mujer, como el machismo, la discriminación de género, la violencia doméstica o el acoso sexual, se añade el problema de la pobreza. Se advierte un impacto diferenciado de este flagelo entre mujeres y hombres y por ello no es posible adoptar determinadas políticas de desarrollo, ignorando la condición de género. La pobreza no sólo debe ser entendida como la carencia material de medios, su estructura va más allá del tema referido a la adquisición de bienes y servicios, ellas también son víctimas de otras formas intangibles de pobreza, como el aislamiento social, la vulnerabilidad, la inseguridad y las relaciones de dependencia y subordinación en la satisfacción de necesidades básicas, que en los hechos reproducen la pobreza en cada una y en diferentes dimensiones.. Quiero decir que mujeres y hombres sufren la pobreza de forma notoriamente diferente y por ende desigual, es mas, se hacen pobres a través de procesos distintos, aunque relacionados como la exclusión social, el efecto de la pobreza adquiere mayor contundencia en las mujeres precisamente por este fenómeno. Se ha puesto en evidencia que las sociedades donde se practica la discriminación de género, existen obstáculos que impiden a la mujer tener similares oportunidades que los hombres para precisamente salir de la pobreza, cuyas secuelas son el desempleo, empleo precario, trabajo no remunerado, inaccesibilidad a la educación. También a estas alturas se puede comprobar que una mujer golpeada o víctima de la violencia sexual, expone un preocupante déficit de capacidades para superar el flagelo de la pobreza. Asimismo la variedad de responsabilidades asignadas de manera fáctica, le limita tanto el tiempo que le impide buscar las formas más apropiadas de satisfacer sus necesidades, motivo por el que muchas de ellas carecen de ingresos propios y acentúan su dependencia económica. En ese sentido se debe considerar que las mujeres no solo son pobres porque generen menores ingresos monetarios que los hombres, sino además, porque sobre ellas existe una regulación desigual en la distribución del tiempo. No descubro nada al mencionar que la gran mayoría cumplen otras tareas que requieren igual o mayor tiempo y esfuerzo físico y por las cuales no reciben ninguna remuneración, impidiendo de esta manera el mejoramiento de su calidad de vida, privándola de otros derechos como la recreación y el descanso. Este tema está siendo soslayado peligrosamente por el Estado en sus diversas instancias y en el ámbito de la sociedad civil se lo asume como parte de la vida cotidiana en la que estamos involucrados, es "normal" advertir la existencia de una especie de múltiple pobreza en las mujeres, por ejemplo, pobreza de tiempo por la doble y hasta triple jornada laboral, pobreza de trabajo que se manifiesta en la precariedad del mismo, pobreza económica expresada en la desigualdad en el ingreso, pobreza social traducida en su marginamiento, pobreza de dignidad por el acoso sexual, pobreza en lo concerniente a la protección jurídica que debe merecer. Pero lo que más me indigna es que en pleno siglo 21, no sólo sean hombres los responsables de este problema, sino otras mujeres que velando por lo suyo arremeten contra su propio género, esa pobreza de sensibilidad humana es la que se debe extinguir, ahora que vivimos vientos de cambio. Por: Waldo Albarracin Sánchez |
martes, 22 de septiembre de 2009
Las mujeres y la pobreza
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